Este versículo reflexiona sobre la duración típica de la vida humana, sugiriendo que vivir hasta los setenta u ochenta años es común, pero que estos años a menudo están llenos de alegrías y dificultades. El pasaje destaca la naturaleza transitoria de la vida, instándonos a reconocer que nuestro tiempo en la tierra es limitado. Esta conciencia puede llevarnos a vivir de manera más intencional, valorando cada día y buscando un propósito más allá de las preocupaciones inmediatas de la vida. La imagen de la vida que pasa rápidamente y de nosotros 'volando' subraya la necesidad de enfocarnos en valores eternos y en el crecimiento espiritual. Al comprender la brevedad de la vida, se nos anima a priorizar las relaciones, el crecimiento personal y nuestro viaje espiritual. Esta perspectiva puede aportar paz y claridad, ayudándonos a enfrentar los desafíos de la vida con gracia y resiliencia. Aceptar la realidad de la impermanencia de la vida puede inspirarnos a vivir con gratitud y a hacer contribuciones significativas al mundo que nos rodea.
Los días de nuestra edad son setenta años; y si en los más robustos son ochenta años, con todo su fortaleza es molestia y trabajo; porque pronto pasan, y volamos.
Salmos 90:10
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