El versículo se refiere a los registros genealógicos de las tribus de Manasés y Efraín, quienes fueron los hijos de José, uno de los patriarcas de Israel. La historia de José es fundamental en la Biblia, ya que ascendió al poder en Egipto y salvó a su familia durante una época de hambre. Sus hijos, Manasés y Efraín, fueron adoptados por Jacob como propios, otorgándole efectivamente a José una doble porción de herencia entre las tribus de Israel. Esto fue un cumplimiento de la bendición de Jacob, donde profetizó que Efraín y Manasés se convertirían en grandes naciones.
La mención de estos clanes subraya la importancia de la línea y la herencia en la narrativa bíblica. Destaca cómo las promesas y bendiciones de Dios a los patriarcas se transmitieron a través de las generaciones. Las tribus de Manasés y Efraín jugaron papeles significativos en la historia de Israel, contribuyendo a su crecimiento y desarrollo como nación. Este versículo establece el escenario para comprender la distribución de tierras y responsabilidades entre las tribus, reflejando la fidelidad de Dios a su pacto con Abraham, Isaac y Jacob.