Tras la severa plaga que afectó a los israelitas, Dios se dirige a Moisés y a Eleazar, hijo de Aarón, indicando un momento crucial para la comunidad. Esta comunicación divina es esencial, ya que marca la transición de un periodo de sufrimiento a uno de renovación y preparación para el futuro. La presencia de Eleazar, quien ha asumido el rol sacerdotal tras Aarón, enfatiza la continuidad y estabilidad del liderazgo espiritual entre los israelitas. Este pasaje resalta la importancia de la guía divina en tiempos de crisis y la necesidad de un liderazgo sólido para ayudar a la comunidad a avanzar. Sirve como recordatorio de la inquebrantable presencia de Dios y la resiliencia necesaria para superar la adversidad. La participación de Moisés y Eleazar también simboliza un esfuerzo colaborativo en la conducción del pueblo, asegurando que se aborden tanto las necesidades civiles como espirituales mientras continúan su camino.
Aconteció después de la mortandad, que Jehová habló a Moisés y a Eleazar hijo de Aarón, sacerdote, diciendo:
Números 26:1
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