El ayuno es una disciplina espiritual que implica abstenerse de alimentos o ciertas actividades para concentrarse en la oración y la reflexión. En este versículo, Jesús aconseja a sus seguidores mantener una apariencia normal durante el ayuno, ungido su cabeza con aceite y lavando su rostro. Esta práctica era común en la cultura de la época, simbolizando limpieza y vitalidad. Al hacerlo, las personas evitan llamar la atención sobre su ayuno, asegurando que el acto permanezca como un asunto privado entre ellos y Dios.
La instrucción resalta la importancia de la sinceridad y la humildad en las prácticas espirituales. En lugar de buscar la admiración de los demás, se anima a los creyentes a centrarse en su crecimiento espiritual interno y su conexión con Dios. Esta enseñanza subraya el valor de la autenticidad en el camino de fe, recordando a los cristianos que sus disciplinas espirituales deben ser expresiones genuinas de devoción, no realizadas para el reconocimiento o alabanza pública. Al enfatizar el aspecto interno del ayuno, Jesús llama a un compromiso más profundo y personal con la fe.