Tras la resurrección de Jesús, se presentó ante sus discípulos para demostrar que estaba vivo y físicamente presente. Al principio, los discípulos se asustaron y dudaron, pensando que veían un espíritu. Para disipar sus dudas, Jesús pidió algo de comer, y le ofrecieron un trozo de pez asado. Al comer en su presencia, Jesús confirmó la realidad de su resurrección corporal. Este simple acto de comer fue profundo, ya que confirmó que Jesús no era simplemente una aparición espiritual, sino que había vencido la muerte en una forma física.
Este evento fue crucial para los discípulos, ya que solidificó su comprensión de la resurrección. Les aseguró que Jesús era verdaderamente el Mesías que había resucitado, tal como lo había prometido. Este encuentro ayudó a fortalecer su fe y los preparó para la misión de difundir el Evangelio. El acto de comer juntos también simbolizó la comunión y la fraternidad, reforzando el vínculo entre Jesús y sus seguidores.