Rahab, una mujer que vive en la ciudad de Jericó, se dirige a los espías israelitas con una notable confesión de fe. Ha escuchado acerca de los poderosos actos de Dios en favor de los israelitas, como la apertura del Mar Rojo y las victorias sobre reyes poderosos. Estas historias han infundido temor en los corazones de los habitantes de Jericó, llevándolos a reconocer el poder divino que respalda a Israel. Las palabras de Rahab destacan un tema clave en la narrativa: el reconocimiento de la soberanía de Dios y el cumplimiento de Sus promesas a Su pueblo. Su reconocimiento del poder de Dios es significativo porque proviene de alguien fuera de la comunidad israelita, mostrando que la reputación e influencia de Dios se extienden más allá de las fronteras de Israel. La fe y las acciones de Rahab finalmente conducen a la salvación de ella y su familia, demostrando que la fe en Dios puede trascender fronteras culturales y nacionales. Este pasaje subraya la idea de que los planes de Dios son imparables y que Su presencia trae tanto temor como esperanza, dependiendo de la relación de cada uno con Él.
Y ella les dijo: Sé que Jehová os ha dado esta tierra; porque nos ha caído gran temor de vosotros, y todos los moradores de la tierra están atemorizados delante de vosotros.
Josué 2:9
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