En esta parte de la historia, los padres del hombre que nació ciego son interrogados por los fariseos. Estos intentan entender cómo su hijo, que había sido ciego desde su nacimiento, ahora puede ver. Los padres confirman que su hijo efectivamente nació ciego, pero no saben cómo recuperó la vista ni quién fue el responsable del milagro. Sugerir que los fariseos pregunten directamente a su hijo es significativo por varias razones. Primero, muestra la cautela de los padres, probablemente por miedo a las consecuencias de reconocer a Jesús como el sanador, lo que podría llevar a su expulsión de la sinagoga. Segundo, subraya la importancia del testimonio personal. Los padres ceden la palabra a su hijo, permitiéndole compartir su propia experiencia y encuentro con Jesús. Este momento recuerda el poder del testimonio personal y el valor necesario para defender las propias creencias, incluso ante el escepticismo o la hostilidad. Anima a los creyentes a ser valientes al compartir sus propias historias de fe y transformación.
Pero ¿cómo les fue a él, no lo sabemos; o si es un pecador, no lo sabemos; una cosa sabemos: que habiendo sido ciego, ahora veo.
Juan 9:21
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