El capítulo final de Gálatas ofrece instrucciones prácticas y exhortaciones sobre la vida en comunidad y la responsabilidad cristiana. Pablo comienza hablando sobre la restauración de aquellos que han caído en pecado, instando a los creyentes a hacerlo con espíritu de mansedumbre, recordando que todos son susceptibles a la tentación. Luego, Pablo aborda el principio de la siembra y la cosecha, afirmando que lo que el hombre siembra, eso también cosechará. Este principio se aplica tanto a la vida espiritual como a las relaciones interpersonales. Pablo anima a los gálatas a hacer el bien a todos, especialmente a los de la familia de la fe, y a no desmayar en hacer el bien. El capítulo concluye con una reafirmación de la identidad en Cristo y una advertencia contra el orgullo y la vanidad. Este cierre de la carta subraya la importancia de vivir en amor y unidad, reflejando el corazón de Dios en la comunidad de creyentes.
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