El viaje de Ezequiel hacia los exiliados en Tel Aviv, junto al río Kebar, es un momento conmovedor de conexión y empatía. Al sentarse con ellos durante siete días, entra en su mundo de angustia e incertidumbre. Este período de silencio y reflexión es significativo, ya que demuestra la importancia de estar presente con aquellos que sufren. Nos recuerda que, a veces, las palabras no son necesarias; en cambio, el acto de compartir el dolor de otro puede ser una expresión profunda de compasión y solidaridad.
La experiencia de Ezequiel entre los exiliados también refleja el tema más amplio del exilio y el desplazamiento que se encuentra a lo largo de la Biblia. Habla de la condición humana de anhelar un hogar y los desafíos que se enfrentan cuando ese sentido de pertenencia se ve interrumpido. Sin embargo, en esta experiencia compartida de dificultad, también hay un sentido de comunidad y apoyo mutuo. La presencia de Ezequiel entre los exiliados sirve como un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, no estamos solos, y que la empatía puede ser una fuente de fortaleza y sanación.