La experiencia de Ezequiel se intensifica cuando recibe un rollo que debe comer, simbolizando la internalización del mensaje divino. Este acto de comer el rollo, que tiene un sabor dulce en su boca pero es amargo en su estómago, representa la dualidad del mensaje de Dios: la dulzura de la promesa de restauración y la amargura del juicio que debe pronunciar. Ezequiel se convierte en un mensajero que no solo habla la palabra de Dios, sino que vive y siente el peso de su mensaje. Esta acción también subraya la necesidad de que los profetas se identifiquen con el pueblo, compartiendo tanto su dolor como su esperanza. La misión de Ezequiel se establece con claridad, y su papel como portavoz de Dios se reafirma en este poderoso acto de obediencia.
Ezequiel capítulo 3
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