Cruzar el río Jordán marcó un momento crucial para los israelitas, simbolizando su transición de la vida errante en el desierto a la entrada en la Tierra Prometida. La orden de levantar piedras en el monte Ebal y blanquearlas con cal no era solo un acto físico, sino también espiritual, destinado a crear un memorial duradero del pacto de Dios con su pueblo. Al inscribir la ley en estas piedras, los israelitas recordaban su compromiso de seguir los mandamientos de Dios y las bendiciones que vendrían con la obediencia.
El revestimiento de cal era práctico, asegurando que las inscripciones perduraran ante los elementos, pero también simbolizaba la importancia de preservar la palabra de Dios en sus corazones y en la comunidad. Este acto de levantar las piedras fue un evento comunitario, involucrando a todas las tribus, reforzando la unidad y el propósito compartido. Sirvió como un testimonio visual y duradero de su viaje de fe y de la guía divina que los había llevado hasta este punto. Este momento subraya la importancia de recordar y mantener los principios divinos como fundamentales para su identidad y prosperidad futura.