La esperanza mencionada es la certeza del nuevo pacto a través de Jesucristo, que trae vida y libertad. Esta esperanza no es solo una promesa lejana, sino una realidad presente que transforma vidas. Se fundamenta en la creencia de que, a través de Cristo, los creyentes están siendo transformados a Su imagen con una gloria que aumenta constantemente. Esta transformación es obra del Espíritu, otorgando a los creyentes confianza y audacia en su camino de fe.
Esta audacia se caracteriza por la apertura y la transparencia, en contraste con el velo que Moisés usó al entregar la ley. Bajo el nuevo pacto, no hay necesidad de un velo porque el Espíritu trae libertad y claridad. Se anima a los creyentes a vivir su fe con valentía, sabiendo que son parte de un pacto glorioso y eterno. Esta audacia no se trata de arrogancia, sino de una confianza profunda en las promesas de Dios y en la obra transformadora del Espíritu en sus vidas.