El tercer capítulo de Sofonías es una poderosa denuncia contra Jerusalén, donde se expone la corrupción y la rebelión del pueblo. Sofonías critica a los líderes y profetas que han fallado en guiar al pueblo hacia la justicia y la verdad. La ciudad, que debería ser un faro de luz y adoración, se ha convertido en un lugar de opresión y desobediencia. Sin embargo, el mensaje no termina en la condena. Sofonías también ofrece una visión de esperanza y restauración. Promete que Dios reunirá a los que han sido dispersados y que un remanente fiel adorará al Señor en pureza. Este capítulo culmina con la promesa de la presencia de Dios en medio de Su pueblo, donde se celebrará la alegría y la redención. La dualidad de juicio y esperanza en este capítulo resalta la naturaleza de Dios como justo y misericordioso, invitando a todos a una relación renovada con Él.
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