La protección divina sobre Jerusalén es el tema central de este capítulo. Zacarías profetiza que Dios levantará a Jerusalén como una piedra pesada para las naciones que intenten atacarla. Aquellos que se atrevan a levantar su mano contra la ciudad santa enfrentarán el juicio de Dios. Este capítulo también destaca la importancia del arrepentimiento y la restauración, ya que el pueblo de Israel será llevado a un profundo lamento por el que han traspasado. La promesa de que Dios derramará un espíritu de gracia y súplica sobre ellos es un mensaje de esperanza, indicando que, a pesar de su traición, Dios está dispuesto a perdonar y restaurar. Este capítulo es un poderoso recordatorio de que, aunque el pueblo enfrente adversidades, la fidelidad de Dios prevalecerá.
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