La belleza va más allá de lo superficial; refleja la gracia y dignidad interior de una persona. La comparación con una lámpara en un candelabro sugiere que la belleza, al igual que la luz, tiene el poder de iluminar y brindar calidez a su entorno. Esta imagen enfatiza que la verdadera belleza no se limita a la apariencia física, sino que también se trata de las virtudes y el carácter que brillan a través de ella. Una figura digna implica una presencia y dignidad que sugieren que la belleza se realza por la manera en que uno se presenta e interactúa con el mundo. Esta perspectiva nos anima a mirar más allá de las apariencias superficiales y a apreciar las cualidades más profundas que hacen que alguien sea verdaderamente hermoso. Nos recuerda que la belleza y el carácter están entrelazados y que, cuando se alinean, crean una presencia armoniosa y edificante.
La mujer que teme al Señor, esa será alabada.
Eclesiástico 26:18
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