En este pasaje, el apóstol Pablo aborda una preocupación que podría surgir entre los creyentes sobre la fidelidad de las promesas de Dios hacia Israel. Él aclara que la palabra de Dios no ha fallado, incluso si parece que no todos los israelitas están experimentando el cumplimiento de Sus promesas. La distinción que hace Pablo es entre aquellos que son israelitas por descendencia física y aquellos que son israelitas en un sentido espiritual. Esto significa que ser parte del verdadero pueblo de Dios no se trata de identidad étnica o nacional, sino de ser parte de la familia espiritual a través de la fe.
Esta enseñanza es significativa ya que abre la puerta para que todas las personas, independientemente de su origen, sean parte de la familia de Dios a través de la fe en Cristo. Se enfatiza que las promesas de Dios son inclusivas y se basan en Su gracia y misericordia, en lugar de en la línea de sangre. Esta comprensión anima a los creyentes a centrarse en su relación con Dios y en su camino de fe, en lugar de confiar únicamente en la herencia o la tradición. Nos asegura que las promesas de Dios son confiables y que Él es fiel a aquellos que lo buscan con un corazón sincero.