En este versículo, el salmista invita a los ángeles y a todos los ejércitos celestiales a alabar a Dios, subrayando que la adoración es un deber cósmico, no solo humano. Los ángeles, a menudo vistos como mensajeros y servidores de Dios, son llamados a unirse al coro de alabanza, reflejando su papel en el orden divino. Los ejércitos celestiales, que podrían incluir a todos los seres celestiales y posiblemente a las estrellas y planetas mismos, también son instados a glorificar a Dios. Este llamado universal a la adoración resalta la majestad y soberanía de Dios, quien reina sobre toda la creación. Nos recuerda la inmensidad del reino de Dios y la armonía que existe cuando todas las partes de la creación cumplen su propósito al alabar al Creador. Esta perspectiva anima a los humanos a verse como parte de una sinfonía divina más grande de alabanza, fomentando un sentido de unidad con todo el cosmos en la adoración a Dios.
La invitación a los ángeles y a los ejércitos celestiales nos recuerda que la alabanza no es solo una actividad humana, sino que toda la creación está llamada a glorificar al Creador. Esto nos invita a reflexionar sobre nuestro lugar en el universo y cómo nuestras acciones pueden contribuir a esta sinfonía de adoración.