El versículo subraya una verdad profunda sobre la naturaleza humana: la tendencia a desviarse de la rectitud y volverse moralmente corrupta. Refleja la condición humana universal, donde nadie está exento de la inclinación a hacer el mal. Este reconocimiento de la imperfección humana no pretende ser desalentador, sino más bien resaltar la necesidad de intervención y gracia divina. Al reconocer nuestras propias limitaciones, se nos invita a volvernos hacia Dios, quien ofrece perdón y el poder para transformar nuestras vidas. Este pasaje anima a los creyentes a ser humildes, reconociendo su necesidad de la guía y la fortaleza de Dios para llevar una vida de bondad. Sirve como un llamado a la autorreflexión y un recordatorio de que, a pesar de nuestras fallas, el amor y la misericordia de Dios siempre están disponibles para ayudarnos a crecer en rectitud. Al buscar la presencia de Dios, podemos encontrar el coraje y la sabiduría para superar nuestras debilidades y esforzarnos por una vida que refleje Su bondad.
Todos se apartaron; a una se hicieron inútiles. No hay quien haga lo bueno, no hay ni uno solo.
Salmos 14:3
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