El versículo detalla las ofrendas realizadas por los líderes de las doce tribus de Israel durante la dedicación del altar. Cada líder presentó un plato de oro lleno de incienso, cada uno pesando 10 shekels según el shekel del santuario, lo que hace un peso total de oro de 120 shekels. Esta ofrenda formaba parte de un conjunto más amplio de regalos dados para honrar a Dios y apoyar las funciones del tabernáculo. La precisión en el registro de estas ofrendas subraya la importancia de la contribución de cada tribu y la unidad entre los israelitas en sus prácticas de adoración.
El uso de oro e incienso simboliza pureza y el aroma agradable de las oraciones elevadas a Dios. Tales ofrendas no solo eran actos de adoración, sino también expresiones de gratitud y compromiso hacia Dios. La naturaleza colectiva de las ofrendas ilustra la importancia de la comunidad en la fe, donde la contribución de cada miembro, sin importar su tamaño, juega un papel vital en la vida espiritual del conjunto. Este pasaje anima a los creyentes a dar generosamente y a reconocer el poder de la unidad en la adoración y el servicio.