La voz del profeta Miqueas resuena en un tiempo de crisis moral y espiritual en Israel y Judá. Este primer capítulo establece el tono de la obra, donde se revela la grandeza de Dios y su justicia. Miqueas, originario de Moreset, se presenta como un mensajero divino que denuncia la corrupción de los líderes y el pueblo, quienes han abandonado los caminos de la rectitud. A través de imágenes vívidas, el profeta describe la inminente destrucción de Samaria y Jerusalén, simbolizando el juicio de Dios sobre la iniquidad. La advertencia de Miqueas es clara: la idolatría y la injusticia social no quedarán sin respuesta. Este capítulo no solo es un llamado al arrepentimiento, sino también una declaración de la soberanía de Dios sobre las naciones, preparando el camino para la esperanza de restauración que se desarrollará en los capítulos posteriores.
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