Después de su bautismo, Jesús es llevado por el Espíritu al desierto, donde enfrenta una serie de tentaciones por parte de Satanás. Este periodo de 40 días de ayuno y oración es crucial para preparar a Jesús para su ministerio. Las tentaciones que enfrenta - convertir piedras en pan, lanzarse desde el pináculo del templo y adorar a Satanás a cambio de reinos - son respuestas a su identidad y misión. Jesús, con firmeza, rechaza cada tentación citando las Escrituras, demostrando su obediencia y dependencia de Dios. Tras vencer estas pruebas, Jesús comienza su ministerio en Galilea, proclamando el evangelio del Reino y llamando a los primeros discípulos. Este capítulo resalta la humanidad de Jesús y su victoria sobre el pecado, estableciendo el tono para su enseñanza y milagros.
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