En esta declaración simple pero profunda, Jesús llama a sus seguidores a tener fe en Dios. Esta directriz no se trata solo de reconocer la existencia de Dios, sino de depositar una confianza total en Su poder y soberanía. La fe, en este contexto, es una confianza activa y viva que influye en cómo percibimos y respondemos a los desafíos de la vida. Es un llamado a ir más allá de un mero asentimiento intelectual hacia una dependencia personal y profunda en Dios.
La instrucción de Jesús se da en el contexto de demostrar el poder de la fe a través de Sus acciones y enseñanzas. Es un recordatorio de que la fe es fundamental para la vida cristiana, permitiendo a los creyentes experimentar la presencia y el poder de Dios en su vida diaria. Esta fe no es ciega, sino que está arraigada en el conocimiento del carácter de Dios y Sus promesas reveladas en las Escrituras. Al alentar a Sus seguidores a tener fe, Jesús les invita a participar en una relación transformadora con Dios, donde la confianza conduce a la paz y la seguridad, incluso en medio de las pruebas.