En este diálogo, Jesús explica a los fariseos por qué Moisés permitió el divorcio bajo la ley. Esta concesión no se debió a que el divorcio fuera parte del diseño original de Dios para el matrimonio, sino a la dureza de los corazones humanos. El término 'dureza de corazón' implica una resistencia a la voluntad de Dios y una tendencia hacia el egocentrismo y el pecado. Jesús señala que la ley fue una concesión a la debilidad humana, no un respaldo al divorcio como un resultado deseable.
Al resaltar esto, Jesús llama a sus seguidores a un estándar más alto, uno que busca restaurar y mantener la santidad del matrimonio tal como Dios lo había concebido desde el principio. Él anima a una transformación del corazón, alejándose de la obstinación y hacia la compasión, la comprensión y el compromiso. Esta enseñanza subraya la importancia de alinear nuestras vidas con las intenciones originales de Dios, fomentando relaciones que reflejen su amor y fidelidad. Desafía a los creyentes a examinar sus propios corazones y esforzarse por relaciones que honren a Dios y reflejen los valores de su reino.