Durante el juicio de Jesús, Herodes Antipas, quien había deseado ver a Jesús durante mucho tiempo, finalmente tuvo la oportunidad. Herodes estaba intrigado por las historias de los milagros y enseñanzas de Jesús, y esperaba presenciar algo milagroso. Sin embargo, Jesús eligió no responder a las numerosas preguntas de Herodes. Este silencio puede interpretarse de varias maneras. En primer lugar, subraya la conciencia de Jesús sobre los motivos insinceros de Herodes; este estaba más interesado en el entretenimiento que en buscar la verdad. En segundo lugar, el silencio de Jesús cumple con la profecía de Isaías, que describe al Mesías como mudo ante sus acusadores, como un cordero llevado al matadero.
Este momento también resalta la fortaleza y compostura de Jesús. A pesar de estar en una posición vulnerable, se mantiene firme en su misión, negándose a dejarse influir por el poder terrenal o la curiosidad. Su silencio es un poderoso testimonio de su enfoque en el propósito divino que está a punto de cumplir a través de su sufrimiento y crucifixión. Para los creyentes, esto puede servir como un recordatorio de la importancia de mantenerse fiel a la propia misión y valores, incluso cuando se enfrentan a desafíos o cuando otros no logran entender.