Este versículo enfatiza el propósito natural de la luz: iluminar y guiar. Cuando una lámpara se enciende, se coloca en un candelero para maximizar su efectividad, permitiendo que su luz alcance lo más lejos posible. De manera similar, se anima a las personas a dejar que su luz interior, que puede entenderse como su fe, virtudes y buenas acciones, brille intensamente en el mundo. No se trata de buscar atención o alabanza, sino de cumplir con el propósito de ser una influencia positiva y un faro de esperanza y verdad. Al vivir de manera auténtica y compartir nuestros dones e ideas, los creyentes pueden inspirar y elevar a quienes les rodean, creando un efecto dominó de bondad. Esta enseñanza subraya la responsabilidad de cada persona de contribuir positivamente a su comunidad, reflejando la luz de Cristo en sus acciones y palabras. Es un recordatorio de que nuestras vidas tienen el potencial de impactar profundamente a los demás, y estamos llamados a usar esa influencia de manera sabia y generosa.
Nadie enciende una lámpara y la pone en un lugar oculto, ni debajo de un almud, sino sobre el candelero, para que los que entran vean la luz.
Lucas 11:33
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