El segundo capítulo de Jueces presenta un giro sombrío en la narrativa de Israel. Un ángel del Señor se aparece a los israelitas, recordándoles su pacto y advirtiéndoles sobre las consecuencias de su desobediencia. A pesar de haber sido liberados de la opresión en Egipto y haber recibido la tierra prometida, el pueblo se aleja de Dios, adorando a los ídolos de las naciones que habitan en Canaán. Este abandono provoca la ira del Señor, quien permite que sus enemigos los opriman. La tristeza y el arrepentimiento surgen entre el pueblo, pero el ciclo de desobediencia y liberación se establece firmemente. Este capítulo subraya la importancia de la fidelidad a Dios y las repercusiones de apartarse de Su camino, un tema recurrente en el libro de Jueces.
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