El capítulo 22 narra el regreso de las tribus de Rubén, Gad y la mitad de Manasés a sus tierras al este del Jordán. Antes de partir, estas tribus construyen un altar, lo que provoca preocupación entre las otras tribus de Israel. Temen que este altar sea un símbolo de rebelión contra Dios. Sin embargo, los líderes de las tribus del oeste se acercan a sus hermanos para aclarar la situación. Este capítulo resalta la importancia de la comunicación y la unidad en la comunidad de fe. Al final, se revela que el altar fue construido como un recordatorio de la fe compartida y la conexión entre las tribus, no como un lugar de adoración rival. Este relato enfatiza la necesidad de mantener la paz y la comprensión entre los creyentes.
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