Durante la crucifixión de Jesús, se lleva a cabo un pequeño pero significativo acto. Hay un vaso de vinagre de vino presente, y alguien empapa una esponja en él, colocándola en un tallo de hisopo para ofrecerla a los labios de Jesús. Este momento está lleno de simbolismo y cumplimiento de profecía. El vinagre de vino, una bebida común para los soldados romanos, se utiliza aquí, posiblemente como un gesto de compasión o para burlarse de Jesús. Sin embargo, también cumple con la profecía encontrada en el Salmo 69:21, donde se predice que al Mesías se le daría vinagre para beber.
El uso del hisopo es particularmente significativo. En la tradición judía, el hisopo está asociado con los ritos de purificación, como la aspersión de sangre durante la Pascua. Esta conexión enfatiza la naturaleza sacrificial de la muerte de Jesús, purificando y redimiendo a la humanidad del pecado. Incluso en sus últimos momentos, las acciones y experiencias de Jesús están profundamente entrelazadas con el cumplimiento de las escrituras, subrayando su papel como Salvador. Esta escena invita a los creyentes a reflexionar sobre la profundidad del amor de Jesús y la profunda esperanza que se ofrece a través de su sacrificio, fomentando una apreciación más profunda de la redención que Él proporciona.