En este pasaje, Jesús ora por sus discípulos, expresando su deseo de que experimenten la misma unidad que Él comparte con el Padre. La gloria que menciona es una cualidad divina, un reflejo de la presencia y el amor de Dios que ha sido impartido a los discípulos. Esta gloria no se trata de reconocimientos humanos, sino de ser parte del propósito y plan divino de Dios. Al darles esta gloria, Jesús invita a sus seguidores a una relación más profunda con Dios y entre ellos.
La unidad de la que habla Jesús es profunda. No se trata solo de acuerdo o cooperación, sino de una profunda unidad espiritual que refleja la relación entre Jesús y el Padre. Esta unidad es esencial para la comunidad cristiana, ya que refleja la naturaleza de Dios y sirve como testimonio ante el mundo del poder transformador del amor de Dios. Cuando los creyentes están unidos en amor y propósito, demuestran la realidad del reino de Dios en la tierra, atrayendo a otros a la fe a través de su ejemplo de armonía y paz.