En este versículo, se nos recuerda el profundo misterio de la naturaleza de Dios y la revelación única de Dios a través de Jesucristo. Se destaca el hecho de que, aunque Dios es invisible y está más allá de la comprensión humana, Jesús, quien es completamente divino y está en perfecta unidad con el Padre, ha hecho conocida la naturaleza y la voluntad de Dios. Esta revelación no se limita solo a palabras, sino que se manifiesta a través de la vida, acciones y amor de Jesús. Él actúa como el puente entre los reinos divino y humano, encarnando el amor y la verdad de Dios. Su relación íntima con el Padre le permite revelar el corazón y las intenciones de Dios a la humanidad. Este pasaje anima a los creyentes a mirar a Jesús como la fuente definitiva para entender a Dios, asegurándonos que a través de él, podemos experimentar una relación personal y transformadora con lo divino. Subraya la creencia cristiana en la encarnación, donde Dios se hizo carne en la persona de Jesús, haciendo que el Dios invisible sea conocido y accesible para todos los que lo buscan.
A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.
Juan 1:18
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