El sonido de alarma resuena en Sion, anunciando la proximidad del día del Señor. Joel pinta un cuadro vívido de un ejército imparable que avanza, comparándolo con la plaga de langostas pero elevando la imagen a proporciones cósmicas. Ante esta amenaza inminente, el profeta hace un llamado apasionado al arrepentimiento genuino. "Rasgad vuestro corazón y no vuestras vestiduras", exhorta, recordando al pueblo la compasión y la paciencia de Dios. La segunda mitad del capítulo marca un giro dramático: si el pueblo se vuelve a Dios, Él promete no solo restaurar la tierra sino también derramar su Espíritu sobre toda carne. Esta promesa de renovación espiritual trasciende las fronteras de Israel, anticipando un tiempo en que jóvenes y ancianos, siervos y libres, experimentarán la presencia divina de manera extraordinaria.
Joel capítulo 2
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