Elihu, un joven que ha estado escuchando el debate entre Job y sus amigos, finalmente decide hablar. Critica tanto a Job como a sus amigos, argumentando que ninguno ha logrado explicar adecuadamente la justicia de Dios. Elihu sostiene que Dios utiliza el sufrimiento como un medio para enseñar y purificar a las personas, sugiriendo que el dolor puede ser una forma de disciplina divina. Este capítulo introduce una nueva perspectiva en el diálogo, desafiando las nociones previas sobre el sufrimiento y la justicia. La voz de Elihu invita a la reflexión sobre la naturaleza del sufrimiento y la manera en que Dios se comunica con la humanidad a través de las pruebas.
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