En el quinto año del reinado del rey Joacim, se proclamó un ayuno para el pueblo de Jerusalén y Judá. Este periodo estuvo marcado por la agitación política y espiritual, y tales ayunos se convocaban para buscar la intervención y la guía de Dios. Ayunar en tiempos bíblicos era una forma de que la comunidad expresara arrepentimiento, humildad y un deseo de renovación espiritual. Era un acto colectivo de volver a Dios, reconociendo su necesidad de Su misericordia y dirección.
El ayuno sirvió como un recordatorio de la dependencia del pueblo hacia Dios, especialmente en momentos difíciles. Al unirse en oración y ayuno, la comunidad buscaba realinearse con la voluntad de Dios, esperando Su favor y protección. Esta práctica subraya la importancia de la adoración comunitaria y el poder de la oración colectiva en la búsqueda de ayuda divina. Resalta la disciplina espiritual del ayuno como un medio para acercarse a Dios y buscar Su presencia en sus vidas.