En esta visión que se le otorga a Jeremías, el profeta observa dos canastas de higos colocadas ante el templo. La primera canasta está llena de higos maduros y buenos, simbolizando a aquellos que son fieles a Dios y viven conforme a Su voluntad. Estos higos buenos representan a personas que, a pesar de las dificultades, se mantienen firmes en su fe y obediencia. La segunda canasta contiene higos tan malos que no se pueden comer, simbolizando a aquellos que se han alejado de Dios y de Sus mandamientos. Este contraste entre las dos canastas sirve como una metáfora del estado espiritual del pueblo de Judá en ese momento.
La visión resalta las consecuencias de las decisiones que uno toma en su camino espiritual. Los higos buenos, que representan a los fieles, son aquellos que serán preservados y bendecidos por Dios. En contraste, los higos malos, que simbolizan a los infieles, enfrentan graves consecuencias debido a su rebelión y desobediencia. Este pasaje invita a los creyentes a reflexionar sobre sus propias vidas, instándolos a cultivar una fe que sea fructífera y agradable a Dios. Es un llamado a examinar nuestras acciones y alinearlas con la voluntad de Dios, asegurando que nuestras vidas produzcan el buen fruto de la justicia y la fidelidad.