En este versículo, Dios utiliza la metáfora del parto para transmitir su compromiso de completar lo que ha comenzado. Así como una madre no pasa por el proceso de trabajo de parto sin la expectativa de dar a luz, Dios asegura a su pueblo que no iniciará una obra sin llevarla a cabo. Esta imagen resalta la fidelidad de Dios y la certeza de sus promesas. Habla de la confiabilidad de Dios, quien no abandona sus planes ni deja a su pueblo en suspenso. El versículo anima a los creyentes a confiar en el tiempo perfecto de Dios y en su capacidad para cumplir sus propósitos. Ofrece consuelo y seguridad de que los planes de Dios siempre se cumplen, incluso si el proceso toma tiempo o parece incierto. Al usar la analogía del parto, Dios enfatiza la progresión natural e inevitabilidad de sus planes. Este mensaje es un recordatorio de que los caminos de Dios son seguros y sus promesas son fiables, proporcionando esperanza y aliento a quienes esperan en Él.
¿Yo haré nacer, y no haré nacer? dice Jehová. ¿Yo que hago dar a luz, cerraré la matriz? dice tu Dios.
Isaías 66:9
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