El vigésimo primer capítulo de Isaías es un anuncio de la caída de Babilonia, así como del juicio que se avecina sobre Edom y Arabia. El profeta describe la angustia y el terror que acompañarán la caída de la gran ciudad, simbolizando la justicia de Dios contra la arrogancia y la opresión. A medida que se pronuncian juicios sobre Edom y Arabia, Isaías destaca la soberanía de Dios sobre todas las naciones. Este capítulo es un recordatorio de que, aunque las potencias humanas pueden parecer invencibles, están sujetas al plan divino. La caída de Babilonia se convierte en un símbolo de la justicia de Dios que prevalece sobre la maldad. Isaías invita a los lectores a reconocer la grandeza de Dios y Su autoridad sobre la historia.
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