El duodécimo capítulo de Hebreos ofrece una exhortación a los creyentes para que corran con perseverancia la carrera de la fe. El autor utiliza la metáfora de una carrera para ilustrar la importancia de despojarnos de todo peso y pecado que nos impida avanzar. Al fijar nuestra mirada en Jesús, el autor y consumador de nuestra fe, encontramos la motivación y el ejemplo perfecto. Este capítulo también aborda la disciplina de Dios, presentándola como un signo de su amor y cuidado. La disciplina no es un castigo, sino una forma de guiarnos hacia la santidad y el crecimiento espiritual. La invitación es a aceptar la disciplina de Dios con gratitud, reconociendo que es parte de su plan para nuestras vidas. Este capítulo culmina con una visión de la comunidad de creyentes, animándose mutuamente a vivir en paz y a buscar la santidad.
Hebreos capítulo 12
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