Jacob, al final de su vida, está bendiciendo a sus nietos, Efraín y Manasés, hijos de José. José coloca a Manasés, el mayor, para recibir la bendición principal, pero Jacob cruza sus manos para poner su mano derecha sobre Efraín, el menor. Este acto significa una inversión de expectativas, ya que la mano derecha tradicionalmente confería la mayor bendición. La insistencia de Jacob en que Efraín superará a su hermano resalta un patrón bíblico donde Dios a menudo elige al menor o al menos probable para cumplir Sus propósitos, como ocurrió con Isaac sobre Ismael y David sobre sus hermanos.
Esta narrativa enfatiza que los planes y propósitos de Dios trascienden las tradiciones y expectativas humanas. Sirve como un recordatorio de que la sabiduría y la previsión de Dios a menudo desafían la lógica humana. Se anima a los creyentes a confiar en el plan general de Dios, incluso cuando desafía las normas sociales o las expectativas personales. Este pasaje nos asegura que Dios ve más allá de nuestras circunstancias inmediatas y tiene un propósito para cada individuo, independientemente de su posición o estatus.