En este momento transformador, Dios cambia el nombre de Abram a Abraham, que significa "padre de muchos". Este cambio de nombre no es solo una simple alteración, sino una profunda declaración de la promesa y el pacto de Dios con Abraham. Significa una nueva identidad y misión, ya que Abraham está destinado a convertirse en el patriarca de una multitud de naciones. Esta promesa es fundamental para la narrativa bíblica, ya que establece el escenario para la historia en desarrollo del pueblo de Dios.
El cambio de nombre también refleja una profunda verdad espiritual: cuando Dios nos llama, a menudo nos da una nueva identidad que se alinea con sus propósitos para nuestras vidas. El camino de Abraham es uno de fe, obediencia y confianza en las promesas de Dios, a pesar de los desafíos y las incertidumbres que enfrenta. Este pasaje anima a los creyentes a abrazar las nuevas identidades y propósitos que Dios tiene para ellos, confiando en que sus planes son buenos y se cumplirán en su tiempo.
Además, este momento resalta el aspecto relacional del pacto de Dios, enfatizando que sus promesas no solo se tratan de bendiciones, sino también de una relación profunda y continua con Él. La historia de Abraham es un testimonio del poder de la fe y del impacto transformador de las promesas de Dios en nuestras vidas.