En el cuarto capítulo, Pablo utiliza una poderosa alegoría para ilustrar la diferencia entre vivir bajo la ley y vivir en la libertad que Cristo ofrece. Comparando a Agar, la esclava, con Sara, la libre, Pablo explica que los que buscan la justificación a través de la ley son como los hijos de la esclava, mientras que los que confían en la promesa de Dios son hijos de la libre. Este contraste resalta el llamado a la libertad en Cristo, donde los creyentes son llamados a vivir como herederos de la promesa, no como esclavos de la ley. Pablo también expresa su dolor por los gálatas, quienes parecen estar volviendo a los rudimentos de la ley, y les recuerda que han sido llamados a la libertad, no a la esclavitud. Este capítulo invita a los creyentes a abrazar su identidad en Cristo y a rechazar cualquier forma de legalismo.
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