El cuarto capítulo de Efesios es un llamado a la unidad y a la vida en el cuerpo de Cristo. Pablo comienza instando a los creyentes a vivir de manera digna de su vocación, con humildad, mansedumbre y paciencia. La unidad del Espíritu es un tema central, y Pablo enfatiza que hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como una sola esperanza. A lo largo de este capítulo, se destaca la importancia de los dones espirituales que Cristo ha dado a la iglesia para edificar y equipar a los creyentes. Pablo menciona a los apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros, quienes tienen la responsabilidad de guiar a la iglesia hacia la madurez en la fe. Este capítulo también aborda la necesidad de dejar atrás la vida antigua y vestirse del nuevo hombre, creado a la imagen de Dios. La transformación personal y la unidad en la comunidad son esenciales para reflejar el amor y la gloria de Cristo en el mundo.
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