Este pasaje resalta la importancia de encontrar alegría y satisfacción en la vida cotidiana, especialmente en los actos simples de comer, beber y trabajar. Sugiere que estas actividades, a menudo vistas como rutinarias o mundanas, son en realidad regalos de Dios. Al reconocerlas como tales, podemos cultivar un sentido de gratitud y contento. Esta perspectiva nos anima a ver nuestro trabajo diario no solo como un medio para un fin, sino como una oportunidad para experimentar la alegría divina. Destaca el valor de vivir en el presente y apreciar las bendiciones que tenemos, en lugar de buscar constantemente más o anhelar lo que no poseemos. Este enfoque puede conducir a una vida más plena y equilibrada, donde reconocemos la bondad en nuestras circunstancias actuales y encontramos paz en el ritmo de nuestras actividades diarias. En última instancia, nos recuerda que los regalos de Dios están presentes en los momentos ordinarios de la vida, invitándonos a abrazarlos con gratitud y alegría.
Y también que es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor.
Eclesiastés 3:13
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