En este momento, Daniel se enfrenta a una figura celestial que se acerca a él con un mensaje de gran importancia. La presencia de este mensajero divino es tan poderosa que Daniel se siente abrumado por el temor, cayendo de cara al suelo. Esta reacción subraya la naturaleza asombrosa de los encuentros divinos y el peso del mensaje que se está entregando. El mensajero se dirige a Daniel como "hijo de hombre", un término que reconoce su naturaleza humana y la gravedad de la revelación que está a punto de recibir. La visión se dice que concierne al "tiempo del fin", lo que indica que contiene conocimientos proféticos sobre eventos futuros que son parte del plan general de Dios para la humanidad. Este pasaje invita a los lectores a reflexionar sobre el misterio y la majestad de la comunicación de Dios con la humanidad, así como la responsabilidad que conlleva recibir una revelación divina. Sirve como un recordatorio de la importancia de entender y prepararse para el cumplimiento de las promesas de Dios.
Y vino a donde estaba yo; y cuando vino, me espanté y caí sobre mi rostro; pero él me dijo: Entiende, hijo de hombre, que la visión es para el tiempo del fin.
Daniel 8:17
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