El cuarto capítulo de Amós es un llamado a la reflexión y la autoevaluación. Dios recuerda a Israel las calamidades que han enfrentado, desde la sequía hasta la plaga, como advertencias de su desobediencia. A pesar de estas pruebas, el pueblo no ha vuelto a Él. Amós utiliza un lenguaje poderoso para describir la arrogancia y la complacencia de Israel, instando a la nación a reconocer su pecado y buscar a Dios. La repetición de la frase "no volvisteis a mí" enfatiza la obstinación del pueblo. Este capítulo revela la naturaleza paciente de Dios, quien, a pesar de su ira, anhela la restauración de su pueblo. La exhortación final de Amós es clara: el juicio es inevitable, pero la oportunidad de arrepentimiento aún está presente.
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