En los días posteriores a la ascensión de Jesús, sus seguidores se reunieron en unidad y oración, estableciendo un ejemplo fundamental para la Iglesia primitiva. Esta reunión fue inclusiva, involucrando tanto a hombres como a mujeres, lo cual era significativo en un contexto cultural donde los roles de las mujeres a menudo eran limitados. María, la madre de Jesús, y sus hermanos formaban parte de este grupo, lo que indica su continua fe y liderazgo dentro del movimiento cristiano primitivo. La énfasis en la oración constante refleja la dependencia de la comunidad en la guía y fortaleza divina, especialmente en tiempos inciertos. Este momento de oración colectiva y unidad sentó las bases para la venida del Espíritu Santo en Pentecostés, subrayando la importancia de la preparación en oración y el apoyo comunitario para cumplir la misión de Dios. Los creyentes de hoy pueden inspirarse en este ejemplo, reconociendo el poder de unirse en oración para buscar guía, fortaleza y unidad en sus caminos de fe.
Todos estos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos.
Hechos 1:14
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