La historia de la mujer sunamita continúa en este capítulo, donde Eliseo le advierte sobre una inminente hambruna que afectará la tierra. Siguiendo su consejo, ella y su familia se trasladan a los territorios de los filisteos para escapar del hambre. Después de siete años, regresa a su hogar, solo para descubrir que ha perdido sus tierras. Sin embargo, su fe y la intervención divina la llevan ante el rey, quien escucha su historia. El rey, conmovido por su situación, ordena que le sean devueltas sus propiedades y se le otorgue el ingreso de sus tierras durante su ausencia. Este relato ilustra la fidelidad de Dios hacia aquellos que confían en Él y cómo su providencia puede restaurar lo que se ha perdido.
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