Joram, hijo de Acab, se convierte en rey de Israel, lo que representa una transición significativa en el liderazgo del reino del norte. Su reinado comienza en el año dieciocho de Josafat, rey de Judá, lo que ilustra la relación continua entre ambos reinos. Durante su gobierno de doce años, Joram enfrenta tanto desafíos políticos como espirituales. Como hijo de Acab, Joram hereda un legado complejo. El reinado de Acab estuvo marcado por la idolatría y los conflictos, especialmente con los profetas de Dios. Este trasfondo plantea un escenario complicado para Joram, quien debe navegar las expectativas de su papel y el clima espiritual de Israel.
La mención de Josafat, un rey conocido por sus esfuerzos por seguir a Dios, contrasta con el legado de Acab, resaltando los caminos divergentes de los dos reinos. Este período en la historia de Israel es crucial para entender la dinámica entre Israel y Judá, así como la narrativa más amplia de la relación de los israelitas con Dios. El reinado de Joram, aunque políticamente significativo, también sirve como un recordatorio de la importancia de la fidelidad y las consecuencias de alejarse de la guía divina.