La historia de Judá toma un giro sombrío en este capítulo, donde se narra la caída de Jerusalén ante el rey babilonio Nabucodonosor. A pesar de las reformas de Josías, sus sucesores no continúan en el camino de la fidelidad a Dios. Joaquín, el rey de Judá, se rinde ante Nabucodonosor, quien lleva a muchos en cautiverio a Babilonia. Este capítulo destaca las consecuencias del pecado y la desobediencia, así como el cumplimiento de las profecías sobre el juicio de Dios. La caída de Jerusalén es un momento crítico en la historia de Israel, marcando el inicio de un período de exilio y sufrimiento para el pueblo de Dios.
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