Eliseo, habiendo asumido el manto de Elías, se enfrenta a una situación crítica en la ciudad de Jericó. El suministro de agua está contaminado, lo que provoca improductividad y daño. En respuesta, Eliseo solicita un recipiente nuevo lleno de sal, un acto que, aunque parece simple, tiene un profundo significado. La sal, en contextos bíblicos, simboliza la purificación, la preservación y el pacto. Al elegir un recipiente nuevo, Eliseo subraya el tema de la renovación y la intervención divina. Este acto no solo se trata de la sanación física del agua, sino que también significa la renovación espiritual y el poder de Dios para limpiar y restaurar la vida.
El uso de la sal en este milagro resalta su importancia simbólica en la Biblia, donde a menudo representa la pureza y el pacto entre Dios y Su pueblo. Las acciones de Eliseo demuestran fe en la capacidad de Dios para traer cambio y sanación. Esta narrativa anima a los creyentes a confiar en el poder transformador de Dios, incluso en situaciones que parecen irreparables. Sirve como un recordatorio de que, con fe y la intervención divina, lo que está roto puede ser restaurado nuevamente.