En el tercer capítulo, Pablo proporciona directrices claras sobre los requisitos para los líderes de la iglesia, específicamente obispos y diáconos. La calidad del liderazgo es fundamental para la salud espiritual de la comunidad, y Pablo detalla las características que deben poseer estos hombres. Un obispo debe ser irreprensible, esposo de una sola mujer, sobrio, prudente y capaz de enseñar. Por otro lado, los diáconos también deben ser dignos de respeto y tener una fe genuina. Estas instrucciones no solo destacan la importancia de la integridad y el carácter en el liderazgo, sino que también reflejan el llamado de Dios a vivir vidas que honren su nombre. Este capítulo es esencial para entender cómo la estructura de liderazgo en la iglesia debe alinearse con los principios del evangelio.
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